Quien deja de fumar sufre un cambio de su flora intestinal en favor de bacterias específicas que encontramos en las personas obesas, provocando un aumento de peso de al menos 2,2 kg. Seguro que el hecho de recuperar el gusto y el olfato dejando de fumar también repercute negativamente en el aumento de peso. La comida parecerá mucho más atractiva y el ex fumador se sentirá inclinado a comer más.

Desde el punto de vista psicológico, sin embargo, dejar de fumar puede resultar muy difícil y el ex fumador tenderá a buscar cualquier snack, o golosina que pueda gratificarlo y llenar ese “vacío” que representa la ausencia del cigarrillo. El problema está representado por lo que se llama “adicción a la comida”, es decir, la adicción a la comida que reemplaza a la adicción de la nicotina. Los alimentos con altos porcentajes de azúcares, carbohidratos refinados y grasas inducen antojo, es decir, el deseo muy fuerte por la comida y la necesidad compulsiva de comer, similar a lo que ocurre con las drogas.